• 16/09/2024
  • Costa Rica

De persuasivo a labioso.

De persuasivo a labioso.

Tal y como lo habían adelantado desde hace más de un mes, algunos medios nacionales e internacionales, el argentino Gustavo Alfaro tomó la decisión de renunciar a su cargo como técnico de la Selección de Costa Rica.

Era un secreto a voces, pero probablemente la letra menuda del contrato y la línea delgada entre la confidencialidad y la transparencia, dilataron exageradamente su salida.

Hoy día estos vínculos son muy complejos y, debido a malas experiencias que ha tenido la Fedefutbol con ciertos seleccionadores y viceversa, las partes buscan blindarse al máximo para tener seguridad jurídica en los temas deportivos, administrativos y económicos.

Alfaro llegó al país con un discurso persuasivo, con frases que “enamoraban” y con unas respuestas que eran capaces de hipnotizar hasta al periodista más perspicaz.

Recuerdo algunas de ellas:

“Llegar a la Selección de Costa Rica me honra, me estimula, me compromete y me dignifica”.

“Era lo que deseábamos junto al cuerpo técnico: tener el privilegio de conducir los destinos futbolísticos de este país”.

“Venimos con un 35% menos de lo que percibíamos, porque nos gusta el desafío. No siempre esto son cuestiones económicas”.

“Doy fe que este hombre defiende a Costa Rica y para nosotros la cuestión económica es secundaria”.

Con este seleccionador, se notaron avances importantes en el principal objetivo para el cual se trajo: el recambio generacional. También se inició de buena manera la eliminatoria mundialista, se clasificó a la Copa América y se hizo un papel aceptable en ella.

Pero de un momento a otro todo cambió. El “Lechuga” se cotizó en otro mercado, capaz de cuadruplicar la “honra, compromiso, dignidad y sentimientos” que profesó cuando fue presentado en Costa Rica.

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No estamos en contra del crecimiento, las aspiraciones ni “los frijoles” de nadie, y menos en una actividad como el fútbol, donde esto es tan común, pero todo en el marco de la coherencia.

Alfaro se fue, alguien pagó su cláusula de rescisión y listo, pero mientras todo “se cocinaba” y los plazos calzaban, se ganó un mes “llevándola sanita”. Eso estuvo mal.

Al final, la verborrea inicial del técnico argentino, resultó ser el simple discurso labioso de un mercantilista que aterrizó en Costa Rica ¡mientras tanto!

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