El torneo nacional de fútbol está paralizado.
Nace la polémica si debe declararse desierto o no. Algunos consideran que debemos olvidarnos ya de nuestro fútbol doméstico, y arrancar en Apertura 2020.
Por su parte una minoría opina sobre la necesidad de reiniciarlo en el mes de abril, aunque sea a puerta cerrada. Los clubes tienen como principal ingreso la televisión, un medio que se ha convertido en un salvavidas para todos.
La Unafut y la Fedefútbol se encuentran en sesión permanente. Se percibe que la mayoría de los dirigentes no desean por ahora inhabilitar el torneo y esperar hasta el último momento el avance o no de la enfermedad que nos tiene inmersos.
Hay temas laborales, económicos, deportivos, obligaciones contractuales, logísticos. Buscar atenuantes es complicado, si tomamos en cuenta la paupérrima situación de los clubes.
Los ingresos de un club son diversos y les permite financiar todo su entorno. Hay beneficios relevantes en materia económica; taquillas, publicidad, mercadería, accionistas adinerados, televisión, venta de jugadores.
En esto del futbol hay varios modelos, aquí tenemos asociaciones deportivas (los menos) franquicias alquiladas, dueños de equipos, híbridos de sociedad anónima y asociación. Y otros que no se sabe siquiera que son, cambian de dueño como cambiarse las medias dejando a su paso sólo zozobra y caos.
Ahora que el Comité de Licencias está en proceso de análisis de cada uno de los clubes, lo más conveniente sería que aprovecharan este interín para corregir tanto entuerto que ronda en nuestro fútbol. Eso sí, sacudiéndose del amiguismo, del voto comprado, de la alcahuetería.
El Comité de Licencias debe enviar una señal fuerte y sin oportunismos de ninguna naturaleza, todo lo que hagan constituye un acto de desafío para que ganen o pierdan credibilidad.
Con todo y sus yerros, debilidades y dudas la Liga nuestra tiene cosas muy positivas gracias al esfuerzo de una mayoría que ha llegado al futbol a aportar, algunos de ellos hasta dispuestos a desembolsar de su propio peculio.
Estamos pobres en casi todo, vivimos un romanticismo de antaño, el fútbol es un negocio, una empresa comercial. Hay todavía quienes se oponen a que un estadio lleve como nombre la marca de un producto, institución o empresa.