Desde hace varios años, escuchamos alguna gente rasgándose las vestiduras porque este o aquel jugador legionario manifestó que quería retirarse con “X” equipo que era el de sus amores señalando: “Es la camiseta con la diría adiós al fútbol para terminar mi carrera deportiva”, “ahí crecí futbolísticamente”, “si regreso a jugar en el país será con mi equipo de siempre” y no sé cuántas tonterías más.
El futbol está muy lleno de ejemplos, aquí y en otras latitudes del mundo. El color de la camiseta que se siente hoy día es el dinero y quien no lo entienda así está viviendo en la época de los dinosaurios, los sueldos y los fichajes en la actualidad en el fútbol negocio son impensables.
Hace muchos años, los mismos jugadores se peleaban por jugar con el equipo de sus amores, aun así, Kenneth Paniagua jugó con Alajuelense, Juan Cayasso y “Machillo” Ramírez con Saprissa, Walter Elizondo y Nelson Bastos con los manudos. Juan Carlos Arguedas y Alejandro Alpízar con los morados, Steven Brice y Víctor Badilla con los rojinegros. A estos jugadores les gritaban “Judas”, “traidores”, “vendidos”. Muchas de estas contrataciones fueron más por debilitar al rival que por las verdaderas necesidades de los equipos.
En la actualidad es diferente, hay muchos dólares de por medio. Existen muchos jugadores que le dieron el sí a un equipo y en pocas horas cambiaron de camiseta. Hace una veintena de años en Alajuelense esperaban con contrato en mano la llegada de Reiner Robinson (Winyi), sin embargo, un hábil dirigente que tenía Saprissa, Marco Aurelio Castro, lo bajó del bus procedente del Caribe y lo firmó con los morados; eso fue todo un acontecimiento.
Hoy todo ha cambiado, es la lucha por la billetera más fuerte y para el jugador tener alguna posibilidad de trascender. Hemos visto futbolistas que han llorado y besado la camiseta y han prometido lealtad a los colores de su equipo, todo eso es más falso que un “fuera de juego en futbolín”. Hoy la idolatría es temporal y pasan fácilmente de ser amados a todo lo contrario.
Aquí hay pocos equipos con poderío económico, de ahí el desface que hay al cierre de cada torneo. Sigue primando la “Ley de la selva”, aunque a algunos equipos se les podría aplicar el refrán: “La riqueza es como el agua salada, cuanto más se bebe, más sed da”