Los clásicos o súper clásicos en cualquier parte del mundo son juegos que se salen de la monotonía de un torneo; no sólo por las emociones que los envuelve, sino por las sensaciones que dejan en cada juego.
La devoción con la que llegan sus aficionados a las gradas y las ganas de comerse al rival no tienen límite. La fiesta descomunal que viven durante el juego les basta y sobra, hasta que tristemente conocen el resultado.
Su historia puede ser muy rica en títulos, pero estas derrotas golpean muy fuerte y sobre todo la chota y las bromas que perduran por semanas. Al final ya no importa si los enfrentamientos entre ambos son tan disparejos ya que el clásico Saprissa y Alajuelense se encuentra dentro del Top 10 de los más desiguales del mundo.
La historia de estos juegos comenzó en 1949 con una victoria rojinegra de 6 x 5 y se mantuvo por años muy pareja, sin embargo, en los últimos tiempos se ha dado una hegemonía total del Deportivo Saprissa que ya marca más de una treintena de juegos.
Esta balanza totalmente inclinada a favor de los morados tiene a los rojinegros con las peores sensaciones y no encuentran razones para seguir en ese camino doloroso de tantos golpes y caídas. La especulación de sus parciales ha llegado al extremo de encontrar un sinnúmero de culpables: los árbitros, problemas sicológicos, pésimos dirigentes, jugadores mediocres que les falta testosterona y el ADN manudo, y hasta achacan sus resultados al haber jugado un Viernes Santo.
Lo cierto es que los manudos la están pasando muy mal, es tal el desequilibrio que también se refleja en los pírricos títulos alcanzado en los últimos años. Estos juegos por momentos pareciera que no inmutan a los liguistas, el domingo dominaban las gradas 90 – 10 sin embargo en el recuento deportivo y resultados en los últimos 15 clásicos en tiempos normales de 90 minutos la Liga Deportiva Alajuelense no ha ganado un juego, en este largo recorrido es el lastre que carga sobre sus espaldas una buena parte la dirigencia actual.
Estas diferencias abismales pueden hacer que pasen generaciones de aficionados sin que se dé una cercanía entre ambos.
En los últimos 10 años se ha convertido en un Clásico tan desnivelado que los saprisistas ya no celebran sus victorias como antes.