Ha caído el telón del Mundial. Durante casi un mes, los ocho ostentosos estadios que se construyeron para esta cita planetaria se convirtieron en un cúmulo de emociones donde hubo ganadores y perdedores, agradecimiento y mezquindad, alegría y tristeza, gestos nobles y también ramplones.
Previo a la inauguración, hubo muchas denuncias, no sólo por los supuestos actos de corrupción que rodearon la adjudicación de la sede catarí, sino también por la aparente compra de voluntades deportivas y políticas para ello.
Las conciencias gritaron también, por el régimen de exclusión y represión que reinan en Catar, en relación con las mujeres y el trato inhumano a los inmigrantes durante la fase de construcción de las nuevas “pirámides del desierto”.
De hecho, extrañamos mucho que no se guardara ni un minuto de silencio, ni se mostrara el mínimo gesto de recuerdo hacia las víctimas de dichas construcciones, sea 1, sean 10, sean 500 o sean 6.500.
Es claro que la FIFA necesita de manera impostergable reformar sus estatutos y los de sus asociados, para erradicar de su organización la endogamia, el caciquismo y el clientelismo, características que han demostrado ser fértiles para el enriquecimiento ilícito aprovechándose del deporte.
Lo que observamos en lo deportivo, salvo algunas excepciones, fue noble, pasional, reconfortante. No hubo incidentes y eso ya es ganancia. Llegar a una Copa del Mundo no es fácil, lograr el título no es obra del azar y menos en un deporte colectivo.
Como todo proyecto humano, requiere planificación, convocatorias inteligentes, forjar carácter a partir de las críticas, claridad mental para no caerse en la derrota, aguantar el dolor físico y fajarse por el honor.
Para ser campeón del mundo es necesario creer en los jóvenes de calidad y en los experimentados comprometidos, sabiendo que nadie es más que nadie. Hay once que juegan y los otros están preparados para competir, todos con la mira puesta en el mismo objetivo: dar lo mejor y aspirar a lo máximo.
En el fútbol, “el equipo” lo es todo; ahí cada pieza calza donde le corresponde y el líder no busca lo suyo, sino lo de todos.
Argentina demostró al mundo eso y más; por eso es el justo Campeón Mundial.
Lo de Messi lo resumiré en lo siguiente: Ya el guion, para lo que quieran, está completo.